Biecor: Todos los tipos de dietas que existen se pueden adecuar a cualquier persona…
Maite Zudaire: Los nutrientes que ingerimos por medio de los alimentos representan un valor de salud o un tóxico potencial para nuestro organismo. Los componentes de los alimentos no solo proveen energía al organismo, sino que desempeñan funciones relevantes y en algunos casos son esenciales, lo que significa que sin su aporte, a medio o largo plazo surge una deficiencia y en consecuencia una pérdida de la salud. Los nutrientes ayudan a la regeneración celular, los hay con caracteres opuestos, inflamatorio o antiinflamatorio, oxidante o antioxidante, por lo que el mayor consumo de uno u otro se reflejará en la salud. Sirva a modo de ejemplo, alimentos tan interesantes y aparentemente inofensivos como los pescados azules (sardinillas, anchoas, chicharros…), ricos en ácidos grasos omega-3 con carácter cardioprotector, algunas personas tienen incapacidad temporal para digerir sus proteínas, y su consumo les enferma, por lo que deben evitarlo temporalmente hasta superar su intolerancia.
Por ello, la alimentación de cualquier persona, y con más acento si la persona tiene un trastorno de salud, varía y se debe adaptar a las circunstancias del momento y a su estado de salud o enfermedad.
B: ¿Qué alimentos se deben promover en cualquier tipo de dieta?
MZ:Los estudios más recientes y con solidez científica y clínica, asocian un patrón de alimentación más vegetariana con menores tasas de cáncer, diabetes y mortalidad prematura, entre otras patologías del área occidental. Más del 30% de todos los cánceres que se producen en Occidente tienen un vínculo estrecho con la nutrición como una insuficiente ingesta de frutas y verduras o el elevado consumo de alimentos azucarados y grasos, alcohol, sal o carnes rojas o procesadas.
Por tanto, hay evidencias sólidas como para recomendar al conjunto de la población un mayor consumo de alimentos vegetales, naturales, de temporada, integrales y ecológicos, en la medida de lo posible. Y por qué no sumarle la apuesta por alimentos locales o de cercanía.
De este modo, apostamos por una presencia diaria de frutas y hortalizas de temporada; legumbres; cereales integrales, preferentemente en grano o lo menos procesados posibles; semillas y frutos secos naturales (no fritos, ni tostados comercialmente); semillas germinadas.
No obstante, según las circunstancias de cada persona, dentro de cada grupo de alimentos habrá unos que favorezcan más o menos. Por ejemplo, dentro de las hortalizas, las solanáceas (tomate, berenjena, pimientos, patata) no son las más recomendables para un consumo diario ni muy frecuente. Por ello, la labor del nutricionista es primordial a la hora de enseñar y educar en unos hábitos alimentarios saludables para compartir con toda la familia.
B: Influye nuestra alimentación en nuestro estado de ánimo…
MZ: El tipo de alimentación y el modo en que la procesamos y/o cocinamos influye en nuestro estado de ánimo, en nuestras capacidades mentales (agilidad, concentración, fluidez de palabra y pensamiento, resolución…).
Por ejemplo, una mayor presencia de azúcares (azúcar, fructosa, y todo tipo de alimentos dulces y azucarados; desde cuches y bollos hasta zumos y similares) no es lo más apropiado para la estabilidad física y emocional. Estos alimentos proporcionan un estímulo de energía inmediata pero, al metabolizarse tan rápido los azúcares, enseguida se sienten síntomas de hipoglucemia o bajada de glucosa en sangre. La hipoglucemia puede manifestarse con sensaciones físicas y mentales como falta de concentración y de memoria, fatiga mental, cansancio, falta de vitalidad y de energía, e incluso mal genio.
Pero también es determinante el modo en qué comemos y la relación que tenemos con la alimentación. Comer implica tomar decisiones: qué, cuánto y cómo comer, cuándo y dónde. Las respuestas hay que encontrarlas, y la clave está en la consciencia. La alimentación sana para nuestra salud física, mental y emocional, debe entenderse como una alimentación consciente; implica comer mientras cada uno se ve y se reconoce en el momento del día en el que está, comiendo. Una alimentación consciente colma el apetito con menos cantidad de comida. Por el contrario, comer rápido significa comer más y elegir peor, con la consecuencia de sentirse peor físicamente, tener remordimientos y sentimientos de culpa, o perder capacidades para el quehacer cotidiano, lo que afecta notablemente al estado de ánimo.
B: ¿Qué beneficios se puede encontrar siguiendo una dieta saludable y energética?
MZ: Alimentarse es un acto cotidiano, pero no debe ser un acto inconsciente. Mi apuesta vital es hacia una alimentación saludable y energética, como paradigma o forma de ver e interpretar la alimentación como parte inherente a una forma sana, inteligente y consciente de vivir, pensar, sentir y curar. Esto se traduce en una alimentación deliciosa (el placer y el disfrute es esencial a la hora de comer), natural, integral, más vegetal, con presencia diaria de cereales integrales y preferentemente en grano (arroz, avena, espelta, centeno, mijo, trigo sarraceno, quinoa, también bulgur, cuscús…), junto con frutos secos y semillas. Donde la proteína animal se contemple como acompañamiento, priorizando los pescados a las carnes, siempre magras.
Este tipo de alimentación, a corto y medio plazo procura bienestar físico, mental y emocional, más energía y vitalidad, mente despejada, más capacidad resolutiva, y una reconfortable sensación de equilibrio. A largo plazo, bien planteada, sigue reportando vitalidad y energía, además de fortaleza para el organismo que afronta sin dificultad pequeños malestares pasajeros, y previene de enfermedades mayores, y si ya están, ayuda a mitigar el malestar o a una recuperación más completa del proceso de enfermedad.
Planteamos algunas cuestiones acerca de lo que pueden reflejar las costumbres alimentarias individuales. Si contestas afirmativamente a todas o a la mayoría de las cuestiones, le convendría un replanteamiento sobre el modo de comer con el fin de experimentar la mejoría. Su salud física, emocional y mental Se lo agradecerá.
¿Come más carne que pescado?
¿Añade azúcar al café, a las infusiones o al yogur?
¿Come menos de dos frutas frescas a diario?
¿No tiene costumbre de comer ensalada cada día?
¿Prefiere el pan blanco al integral?
¿Come bollería o repostería industrial a diario?
¿Suele añadir más sal a los platos?
¿Tiene costumbre de comer embutido o queso?
¿Es de las personas que piensa que no podría comenzar el día sin un café?
B: Que recomendación o consejo puedes compartir con nosotros…
Ser conscientes de que en cuestión dietética, lo natural cura, lo artificial y procesado, no. Hemos de tomar conciencia de lo qué comemos, reconocer ingredientes y sabores, y comer de manera consciente, dedicando el tiempo que merece el momento del comer, con disfrute, tranquilidad, sin prisas, sin interrupciones.
Es fundamental escuchar al cuerpo y prestar atención a las sensaciones que sentimos tras el consumo de uno u otro alimento, en particular si sentimos malestar, si tenemos molestias digestivas permanentes o muy frecuentes, si nos sentimos especialmente cansados o fatigados sin justificación aparente, si tenemos continuas contracturas o dolores musculares, o si nos duele la cabeza. Muchos de estos males no son incapacitantes, y por ello son menos atendidos, lo que conduce a que el problema con el tiempo se acentúe y degenere.
No nos debemos conformar con tener molestias continuamente o con mucha frecuencia. El organismo sano está perfectamente diseñado para trabajar sin crear malestar siempre que esté bien nutrido y cuidado. Es por ello que ante la duda, conviene consultar con médicos o con nutricionistas, con el fin de que atiendan nuestra consulta.
Un análisis de intolerancias alimentarias (para descartar intolerancias a azúcares como lactosa, o celiaquía, o histaminosis alimentarias a distintos alimentos) puede ser la clave para ayudar a revertir el malestar y volver a recuperar la salud y la energía vital.